lunes, 3 de junio de 2013

UNA FAMILIA EN TRANSICION


Con frecuencia se escuchan los problemas que tiene la familia para llevar adelante la formación de los hijos o la convivencia familiar. No faltan anécdotas sobre la falta de formación de los niños, las dificultades entre esposos, o la fragilidad de las familias. Son muchos los factores que pueden influir en ello, desde los externos, como las tecnologías y las modas, hasta los internos, como la falta de hábitos buenos en los miembros de la familia o la incomunicación. Por otra parte, de unos cien años para acá habíamos formado en nuestro imaginario colectivo un tipo de familia que estaba teóricamente formada por los papás y los hijos, con un padre proveedor y una madre hogareña. Sin embargo, ante los empujes de la modernidad, esta imagen parece desvanecerse, provocando en la comunidad familiar el sufrimiento que proviene de muchas tensiones internas y una aguda disgregación. Esto lo vemos en la facilidad con que los hijos prescinden del hogar, aun cuando sigan viviendo en él, así como en la generación de individualismos en la familia desde muy temprano dando la impresión de que, en vez de vivir en hogares, vivimos en hoteles en los que de vez en cuando sus inquilinos se dignan convivir y compartir. 
Nunca ha habido familias perfectas, eso es cierto, pero son preocupantes los cimientos tan frágiles que parece tener hoy la estructura familiar. Son muchos los factores que han influido en esto, pero toman particular importancia los roles que tanto el hombre como la mujer han tomado, así como los que han dejado de tomar. El bombardeo sobre la mujer para la autoafirmación es muy fuerte y el que se produce sobre el varón no lo es menos. En esta situación los hijos se ven en medio y en sus personalidades se acentúan rasgos que no propician precisamente una personalidad sólidamente orientada a la formación de una una familia: por un lado se hacen más autosuficientes y, por otro lado, se van haciendo más acomodados, menos recios. A pesar de todo esto, la familia, también la de nuestra época, no puede dejar de lado su misión de dar, a todos y a cada uno de sus miembros, elementos que los puedan hacer felices de modo integral, así como ofrecerles ambientes y herramientas que conduzcan a este objetivo. En este camino hay virtudes que poseen particular relevancia y que reclaman el compromiso de todos los miembros de la familia y, en especial, el trascendental papel del varón y  de la mujer, cada uno en su especificidad: me quiero fijar en la responsabilidad, la laboriosidad y la comunicación, tres virtudes-valores que sostienen a la familia. Las siguientes entregas de este blog nos servirán para compartir algunas reflexiones a este respecto. Nos vemos (leemos) pronto.

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