viernes, 20 de enero de 2012

LA FAMILIA FUENTE Y AMBIENTE DE UNA BUENA NOTICIA

La familia, fuente y ambiente de buena nueva para el ser humano
 (Familiaris Consortio 52-54)


Hay palabras que resultan un poco oscuras, una de ellas es la palabra evangelizar, que con frecuencia oímos en el ámbito religioso, referida a la actividad central de la Iglesia. La palabra evangelizar la entendemos a veces como predicar, o imponer, o aburrir. Pero evangelizar significa anunciar a alguien que algo bueno puede pasar en su vida y, en concreto, que ese algo bueno tiene que ver con la persona de Jesús. Encontrarse con eso bueno es algo que la familia no puede ver como ajeno, porque si la familia no es el lugar del encuentro con lo bueno, tendremos que preguntarnos, cuál ámbito lo podría ser. El ámbito familiar, por ser el ámbito más natural, el ámbito primario, el ámbito original donde todos los valores y las virtudes se arraigan, es donde deberían vivirse de modo especial los encuentros centrales y las experiencias fundamentales que la persona humana luego podrá irradiar en su entorno, encuentros y experiencias de los que podrá encontrar en su entorno los refuerzos, pero nunca la sustitución. Por eso la familia tiene que ser la fuente y el ambiente donde cada uno de sus miembros se encuentra y hace la experiencia de la buena noticia que es tener a Jesús cerca y vivo. Contemplar el inicio del ministerio de Jesús puede ayudarnos a dar un marco adecuado a estas reflexiones.

1.    EL EVANGELIO ES EL CIMIENTO DE LA FAMILIA

Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: 15 «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia».


El evangelista nos deja la esencia de la Buena Noticia que Jesús predicaba en cuatro ejes, porque la buena noticia ya está aquí, significa que Dios está cerca, implica que venzamos al mal en la vida y que establezcamos una relación con Jesús. La llegada del Reino de Dios, de la presencia de Dios entre nosotros es una realidad que requiere un cambio de vida porque se nos propone la buena noticia de que Dios no es lejano al hombre, de que Dios ha amado al ser humano para sacarlo de su miseria y llevarlo a su plenitud. Jesús no viene a predicar, viene a evangelizar, a dar una esperanza, una razón para vivir. La buena noticia que Jesús trae es para vivirla en las realidades cotidianas. El evangelio de Jesucristo no es algo reservado para los templos o para las posturas místicas. Por eso Jesús predica en las sinagogas, pero también en las casas, en el campo, en los lugares de trabajo. Jesús viene a anunciar que en la vida diaria está presente el reino de Dios, un reino que es esperanza, que es amor, que es compasión, que es misericordia, que es solidaridad, que es sencillez… todo lo que en la familia, de un modo o de otro, se vive de modo natural. Jesús viene a evangelizar que significa hacer presente la buena nueva que renueva al ser humano dándole nueva vida y nuevos valores en los que enmarcar su existencia. Evangelizar es hacer presente la posibilidad de un cambio interior desde lo malo de uno mismo, hacia lo bueno de uno mismo, renovando la conciencia personal, la propia actividad y los propios ambientes.
¿Qué necesita la familia para esto? Necesita acoger el evangelio y madurar en la fe. Acoger el evangelio es abrir la propia vida a Cristo que viene a la propia existencia, es recibir a la persona de Cristo como fuente de bien para mi vida, como fuente de lucha contra el mal y como fuente de construcción del bien, como fuente de un sentido de la vida, como fuente de plenitud en el ideal de ser cada vez mejor. Madurar en la fe, es hacer de la fe una razón de vida en los diversos ámbitos, es hacer de la fe una responsabilidad que se asume como propia, es hacer de la fe un motivo de decisiones y un cimiento de las propias acciones. Ahora bien, la fe no es en primer lugar afirmar a una serie de dogmas, sino tener a Jesús como fuente de las verdades que dan sentido a mi vida. La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida. (Catecismo de la Iglesia Católica, 26). Madurar en la fe será, por lo tanto, madurar en la relación con Dios en mi vida, crecer en la firmeza de esta relación en medio de las circunstancias de la vida, profundizar esta relación de modo que vaya tocando las dimensiones más importantes de la existencia y de la propia historia.

2.    LA FAMILIA ES EL PRIMER AMBIENTE DE EVANGELIZACIÓN

16 Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. 17 Jesús les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». 18 Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. 19 Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, 20 y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.


La buena nueva de Jesús no es impersonal, alejada de lo cotidiano. La buena nueva de Jesús llega hasta donde se encuentra cada ser humano. Y el primer lugar donde se encuentra el ser humano es en la familia. La familia es el primer ambiente en que Jesús se hace alguien personal, alguien concreto. Es la familia el primer ambiente donde el ser humano es invitado a descubrir un ideal de vida que le llene de sentido. La familia es el primer lugar en el que el ser humano descubre la jerarquía de valores que tiene que marcar su existencia. En definitiva, la familia es el primer lugar de evangelización. Por eso, la familia es el primer lugar en el que el ser humano es puesto ante el bien y el mal, y descubre la certeza de que el mal no es una obligación, y descubre la certeza de que el bien es posible. Más aún, en la familia, el ser humano es invitado a ser cada vez mejor, a vencer el mal en sí mismo, a hacer todas las cosas bien. No se puede entender la educación familiar si no es un constante estímulo hacia el bien. La familia es el ambiente primario en que el ser humano descubre que su camino no es hacia el mal, sino hacia el bien. Un camino que no es solo de tipo moral, en el sentido de hacer el bien, sino que es un camino que toca el ser mismo de la persona, que es invitada no solo a HACER EL BIEN sino también a SER BUENA. La familia es un ámbito en que el SER BUENO lleva a HACER EL BIEN. La invitación a hacer el bien va, poco a poco, haciendo que cada uno de los miembros de la familia crezca en ser bueno, generando un círculo virtuoso que pasa del hacer al ser, y del ser al hacer. Este dinamismo no se vive nada más a nivel individual, sino que toca las comunidades en las que el ser humano participa y, por lo tanto, de modo muy especial a la familia, primera de todas las comunidades. Por esto, la familia tiene que ser un núcleo evangelizador, núcleo de presencia de la buena noticia en la vida diaria. Cuando uno es consciente de esta misión personal, empieza a ser consciente de que esa misión se hace misión familiar. Así, la familia se hace un espacio en que todos sus miembros se hacen receptores y emisores de la evangelización, de la buena noticia que trae Cristo como alguien vivo y que da vida en la familia.

3.    LA FAMILIA, EVANGELIO DE LA ESPERANZA EN EL MUNDO

21 Entraron en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. 22 Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. 23 Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: 24 « ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios». 25 Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». 26 El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre. 27 Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: « ¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!». 28 Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.


Jesús no solo nos enseña el camino del bien. Jesús también destruye el mal y lo hace con autoridad. El primer gesto de Jesús es un gesto liberador del mal. El mal es una realidad presente en la vida de los seres humanos, que se constituye en desestabilizador del ser humano. Jesús devuelve al ser humano en lo personal, en lo familiar y en lo social el equilibrio que da el bien. La tarea de evangelizar no es una tarea fácil, pues son muchos los obstáculos internos y externos que la hacen más complicada. Son muchos los ataques a los que la familia se ve expuesta, para que se someta a criterios que la acaban disgregando, de modo especial la comodidad, el egoísmo, el individualismo. Son muchos los ataques internos que la familia tiene, a causa de los defectos, heridas, debilidades de cada uno de sus miembros. Por eso la familia necesita una fuerza más allá de las simples energías humanas. Necesita de la fuerza de Dios, que le viene tanto del don del sacramento del bautismo que reciben los esposos, como del don del sacramento del matrimonio que los constituye en comunidad familiar. Esta gracia no es magia, es la presencia de la vida de Dios mismo en los esposos. Con esta fuerza, la familia puede transmitir la fe, puede santificar, transmitir la plenitud humana y cristiana, y puede transformar la sociedad para que sea más positiva en sus valores y en su apoyo al bien que brota de la familia. Esta misión de evangelización desde la familia no es algo irrelevante, que se pueda omitir. Cuando la familia no es lugar de esperanza, la sociedad en su conjunto se ve profundamente expuesta a todo tipo de daños y de males. Cuando la familia no es transmisora de esperanza, la sociedad está en grave peligro, pues corre el riesgo de verse privada de los bienes que emanan de la comunidad familiar. La familia cristiana al hacer presente los valores que nacen de su fe, irradia la alegría del amor y la certeza de la esperanza. Una sociedad que no recibe de la familia el don de la fe, acaba por ser una sociedad triste, desamorada, insegura, desesperanzada. La presencia de la familia cristiana invita a no perder de vista que el ser humano está llamado a un más allá que le dará plenitud. La vivencia de la alegría y la esperanza, del amor y de la fe permite a la familia cristiana sembrar todo esto en el mundo.

4.    APLICACIONES PRACTICAS DE LA BUENA NUEVA DE LA FAMILIA

29 Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. 31 Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.

·         La evangelización en la familia es insustituible, pues en la familia se arraigan los hábitos centrales de la vida diaria con las características típicas que debería tener la vida familiar: amor, sencillez, concreción y testimonio cotidiano. La familia es la escuela fundamental en la que los hijos se educan para la vida, de manera que cada uno pueda llegar a cumplir en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios. Por eso, la familia que está abierta a los valores transcendentes, que se abre a la disponibilidad con alegría en el servicio a los hermanos, que se esfuerza por cumplir con generosa fidelidad sus obligaciones, que sabe orientar las dificultades cotidianas hacia el misterio de la cruz gloriosa de Cristo, se convierte en un semillero de hombres y mujeres que podrán vivir según el ideal cristiano su propia vocación sea al matrimonio, sea a la vida consagrada al Reino de Dios.
·         En un mundo que se descristianiza y que pierde el sentido de los valores cristianos, la familia puede ser el ámbito central en el que los hijos y los jóvenes pueden recibir una autentica catequesis, de modo especial por el testimonio coherente y lleno de amor de los padres. De modo especial esta cercanía y testimonio de vida cristiana de los padres es necesario para el acompañamiento que los hijos requieren durante su adolescencia y juventud, cuando ellos, como sucede con frecuencia, objetan o incluso rechazan la fe cristiana recibida en los primeros años de su vida. Esto es un trabajo particular por parte de los padres que deben afrontar con valentía y serenidad de espíritu las dificultades que precisamente en los hijos halla su esfuerzo por hacer presentes los valores de la buena nueva.
·         Una tarea muy importante de los cónyuges y padres cristianos en favor del Evangelio es acercar a los hijos a la comunión con la Iglesia diocesana y parroquial en la que se vive en concreto el misterio de la fe. Precisamente ahí se tendrá ocasión no solo de beneficiarse de los servicios que la comunidad eclesial les ofrece, sino también la posibilidad de educarse a vivir todos los aspectos no siempre sencillos del compartir con otras formas de ser y pensar la propia fe.
·         Los padres deben promover la fe con un sentido de misión universal, haciendo que los hijos no solo se preocupen por la vivencia de la relación con Cristo en el marco inmediato de la propia comunidad cristiana, sino que se abran a ser testigos de este mismo evangelio en otros lugares como verdaderos y propios misioneros del amor y de la vida.
·         De modo especial esta actividad misionera tiene resonancia en el interior de la familia, cuando alguno de sus componentes no tiene fe o no la practica con coherencia. Cuando esto sucede, los padres han de enseñar a los hijos a vivir la fe con respeto y con autenticidad ante quienes no comparten el modo de ser y de vivir que hay en el propio hogar. Este testimonio se puede ampliar hacia todos aquellos que son parte de la convivencia de los miembros de la familia en la sociedad, la escuela y otros ambientes. Así la familia cristiana se hace signo luminoso, con su ejemplo y testimonio, de la presencia de Cristo y de su amor para los «alejados» y los que buscan la verdad.