jueves, 14 de abril de 2011

AMADOS HASTA EL EXTREMO

El matrimonio y la familia son un misterio de amor. Un amor que comienza al tejerse la relación entre dos personas. Un amor que se va llenando de afecto en el conocimiento mutuo. Un amor que se hace decisión de compartir una vida, de llevar juntos un proyecto, de ser una sola cosa ante Dios y ante los demás. Un amor que ilumina los ojos en los hijos, que crece según ellos crecen, que se desvela con sus faltas de sueño. Un amor que siembra consejos y testimonio en la vida de la siguiente generación y que no pide nada a cambio por el tremendo desgaste de la propia vida para que la siguiente crezca lozana. Pero también el amor conoce dudas, fracasos, caminos falsos que lo desvían de la senda original, el amor saborea los defectos y los sopesa, los supera o se enreda en ellos. El único amor que acaba transformando la vida es el que puede amar hasta el final. Un amor que es a veces doloroso, que es exigente, que es renuncia personal, no por negarse, sino por darse. En el fondo todo amor, el conyugal y el familiar tiene que ser reflejo de ese amor, debe ser un retrato de ese amor y al mismo tiempo también tiene que sentirse retado por ese amor hasta el extremo.
A lo largo de toda la biblia Dios nos deja muchas imágenes de amor. Sin embargo, las imágenes más conmovedoras son las que hacen referencia a los lazos que unen al ser humano con el misterio de la relación con otros seres humanos. Así Dios se nos muestra como padre, como madre, como esposo, como amigo. Este amor tiene sin embargo una característica muy especial, es un amor hasta el extremo. Como Padre nos ama hasta el extremo de darnos a su hijo, como madre nos ama incluso cuando una madre pudiera olvidarse del hijo de sus entrañas, como esposo nos ama con una ternura infinita y con un perdón constante a nuestras infidelidades, como amigo nos ama hasta dar su vida misma por nosotros. Dios no ama a medias, Dios siempre ama más allá, más allá de la decepción, más allá de la correspondencia que le demos, nos ama hasta el extremo, o más bien podríamos decir que nos ama hasta el final, o más bien podríamos decir que nos ama hasta lo último que se pueda amar.
El amor humano de padre, de esposo, de hermano, de hijo es un amor que es invitado a replicar el amor de Dios, en el fondo siempre es llamado a ir más allá de uno mismo, pero también más allá del otro para amar, para seguir amando, para seguirse dando de modo personal. Contemplar el amor de Dios que se da hasta el extremo nos toma de la mano para poder amar de ese modo a quienes son nuestro hogar.

1. AMOR HASTA EL EXTREMO, UN AMOR QUE ES DON

EVANGELIO DE JUAN Cap.13
1 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. 2 Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, 3 sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, 4 se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.


San Juan quiso abrir el misterio de la pasión de Jesús con el lavatorio de los pies. El no comienza con la entrada a Jerusalén. Lo hace con el misterio del Señor que lava los pies a sus discípulos, lo hace mostrándonos al Señor que se despoja de todo para purificar a sus amigos. Los gestos de Jesús son estudiados, medidos, para manifestar todo el significado que encierran. Para manifestar que en su pasión, muerte y resurrección Jesús nos está amando hasta el extremo.
Jesús no ama de modo filosófico, lo hace de modo personal. Personal, porque toca de modo directo a las personas que ama. Personal, porque él se juega en primer lugar a sí mismo, su propia integridad, su propia decisión. Para ello nos muestra un amor de donación total, de despojamiento personal hasta convertirse en esclavo de sus discípulos. Jesús tiene muy claro quién es él, tiene muy claro quiénes son sus discípulos, sabe que él es el gesto del amor de Dios enviado al mundo, sabe que sus discípulos están todos retratados en la persona de Judas, heridos por el tentador, heridos por el pecado, heridos por el desamor. Para Jesús amar hasta el extremo no es encontrar una satisfacción personal de dulzura en la boca, sino una decisión de entregarse al bien del otro, que el convierte en su propio bien. No es dar para ganar, es dar para hacer crecer, es dar para identificarse. Por eso Jesús toma la forma de un esclavo. La forma de quien se pone a total disposición del otro, la forma de quien se da a sí mismo de modo completo para servir al otro. Este es el modelo del amor de Dios.
El amor del matrimonio y de la familia encuentra en este amor un espejo. Un espejo que es modelo, un espejo que es reto. Para la familia y la pareja cristiana el amor que Jesús nos muestra es guía y es norma. Este amor es el que ha sido regalado a cada nuevo hogar por el sacramento del matrimonio, el sacramento que acepta al otro y le ofrece el don de la propia entrega, el don de la propia persona (fidelidad), el don de atravesar las circunstancias, el don del propio amor y del reconocimiento del valor del otro, el don del propio tiempo. Un don que no es solo para el cónyuge, un don que es también para cada uno de los hijos. La vida de familia es un don de modo necesario. Un don que no mide el tiempo, que no mide la conveniencia, ni el interés. Un don que solo mide la distancia que tiene que recorrer para poder alcanzar al otro. Es importante darnos cuenta de la palabra don que se encierra en todo amor verdadero. No puede ser pedido, no puede ser exigido, no puede ser comprado. Por eso el amor se confunde tantas veces cuando intenta recorrer otros caminos que no sean los de la libertad que se entrega al otro, a ejemplo de la entrega que nos hace Jesús. Por eso el amor que es don, invita a veces a servir al otro a pesar de su debilidad. El amor es un don que entre los padres y esposos nace siempre de la clara conciencia de lo que ellos son y que luego sale al encuentro del otro consciente de quien es el otro.

2. AMOR HASTA EL EXTREMO, AMOR QUE ES RESPETO

6 Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» 7 Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde». 8 Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». 9 Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». 10 Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos». 11 Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No están limpios todos».


La vida de pareja y de familia enfrenta constantemente el misterio de la fragilidad, el misterio del pecado, de esa parte sucia que todos tenemos y que necesita purificarse por el desgaste de la vida diaria, por soportar el peso de tantas cosas en la existencia, esa parte de nosotros que cuesta tanto que no se nos manche, porque a veces esta en casi necesario contacto con la suciedad, con el misterio de debilidad y de pecado que rodea la existencia humana. Por eso necesita lavarse, purificarse.
Pedro entiende lo que Jesús está haciendo. Está haciéndose un esclavo, está actuando como un esclavo. Pero eso es más de lo que Pedro puede soportar, no puede soportar que su maestro se humille, no se da cuenta de que su maestro no se está humillando, sino que lo está amando hasta el extremo, lo está amando con toda la donación de sí mismo y por eso no le importa tocar con ese amor su fragilidad, su miseria, su pecado. Cristo no toca el pecado del hombre con prepotencia, con superioridad, con orgullo. Cristo toca el pecado del hombre con amor, con respeto, con verdad, de un modo que limpia sin humillar. De un modo que denota comprensión pero al mismo tiempo denota cercanía para salir de la cárcel en la que a veces el pecado atrapa al ser humano.
La vida de familia no es perfecta, tiene mucho que lavarse, tiene mucho que curarse. Porque la vida de familia está tocada por la fragilidad de cada uno de sus miembros. Lo importante es que la vida de familia solo necesite lavarse los pies, no la cabeza. Los pies que pueden representar la fragilidad, la cabeza que representa la decisión de vivir el proyecto familiar a pesar de las fragilidades. Jesús dice que el ser humano está limpio cuando solo tiene los pies sucios, no cuando tiene la cabeza limpia. La cabeza limpia que son las decisiones que nunca se pueden dejar de lado, la cabeza limpia que son las intenciones, la voluntad de poner a la familia como prioridad, la voluntad de hacer del esposo o de la esposa el proyecto de la vida, la voluntad de dar a los hijos lo mejor de uno y de sacar lo mejor de ellos. La voluntad de mantener en pie la comunidad que se ha formado a pesar de todo lo que tira para que se desmorone. Reconocer que los pies están sucios, para dejarse lavar y caminar hacia una vida mejor, guiados por una libertad responsable. Jesús purifica y salva el amor de la familia, lo hace con su amor, con sus sacramentos. El matrimonio y la familia necesitan purificarse pero solo desde el respeto, desde la actitud de donación es posible “lavar los pies” de aquello que mancha a la familia.

3. AMOR HASTA EL EXTREMO, AMOR QUE ES RESPONSABILIDAD COMPARTIDA

12 Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: « ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? 13 Ustedes me llaman "el Maestro" y "el Señor", y dicen bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. 15 Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes.


La tarea de amar hasta el extremo no se queda encerrada en el corazón de Jesús como algo individualista, sino que es llamada a compartirse, es una llamada a que los demás también lo hagan. El amor hasta el extremo de Jesús no es solo algo que él hace con nosotros, también es algo que nosotros tenemos que hacer entre nosotros. Si él nos ama como lo hace es porque también nosotros lo podemos hacer. El nos da el ejemplo, él camina por delante para hacernos ver que es posible el tipo de amor que él nos ofrece. Lo que él viene a decirme es que el tipo de amor que nos propone, un amor que purifica, un amor que convierte, un amor que ayuda a cambiar, es un amor que nace del interior. El nos enseña el amor a través de un signo, de algo material para que no se nos quede en una teoría más o menos bonita, sino que se lleve a lo concreto. Jesús nos enseña como maestro, Jesús nos da su fuerza como Señor. Pero sobre todo lo que nos da es su ejemplo. Horas después el nos enseñará con su muerte en la cruz hasta el punto en que él nos ama. Pero queda claro que nos deja la responsabilidad de actuar como él lo ha hecho con nosotros. Esto es una tarea doble. Por un lado descubrir que nosotros hemos recibido ese don de él. Por otro lado asumir que sostenidos en el tenemos que seguir su ejemplo.
En la familia queda claro que la jerarquía de cada uno se hace más verdadera en la medida en la que sirve al otro. Ser importante en la familia no es imponerse al otro. Ser importante en la familia es servir al otro. Por eso Jesús se pone su manto y toma su sitio principal en la cena, para decirnos que él no deja de ser Hijo de Dios, que no deja de ser Señor, que no deja de ser Maestro, que precisamente es todo lo que es para podernos servir mejor. La familia es una comunidad de vida y de amor, pero también tenemos que hacer de ella una comunidad de servicio, de servicio de unos para con otros. Esto es algo que nace del interior de cada uno como una responsabilidad. Una responsabilidad que se aprende, una responsabilidad que se ejercita, una responsabilidad que se asume como propia. El amor en la familia es algo que tiene que traducirse en ir tomando poco a poco como propio el don al otro, la entrega al otro, el servicio al otro. Solo así se pueden lavar los pies unos a otros como Jesús lo ha hecho con nosotros. Esto lleva a que la familia también tiene que ser capaz de grabar en el corazón de cada uno de los que la componen la imagen de Jesús, de Jesús que sirve, de Jesús que enseña, de Jesús que me da ejemplo.

4. AMOR HASTA EL EXTREMO, AMOR RECIPROCO

34 Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. 35 En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros».


El ejemplo de Jesús termina con la promulgación del mandamiento nuevo. Es un mandamiento nuevo porque va más allá de lo que la ley mandaba. Pero sobre todo es un mandamiento nuevo porque supera al de amarás a tu prójimo como a ti mismo, para proponer un amor con dos características: un amor reciproco, un amor que lo pone a él como modelo de amor. Este amor solo es posible como dirá el mismo Jesús, un poco más adelante, cuando nosotros permanecemos en él. El amor nuevo brota de Jesús, se alimenta de Jesús, vive de Jesús. El amor nuevo no puede entenderse sino es desde la dimensión de Jesús, compartiendo todo con él. El amor de Jesús es el mismo amor con que el padre ha amado a su hijo, es el amor creador, es el amor redentor, es el amor que llena de alegría el mundo, es el amor mayor porque es el amor que da la vida por el amado. Es el amor que llega hasta el final.
El amor en matrimonio y el amor en familia tienen que seguir este mandamiento. Este mandamiento fue el amor que se grabó en el corazón de los esposos el día de la boda. Este mandamiento es el amor que creció con los hijos que iban viniendo al mundo fruto de ese amor primero. Este mandamiento es el amor que se infundió en el corazón de los hijos el día en que los padres los acercaron al bautismo, les guiaron al don del espíritu santo en la confirmación, les abrieron el corazón a Cristo en la eucaristía.
Este mandamiento es la garantía del amor de la familia. Un amor recíproco que se da como consecuencia del amor que se ha recibido, que se recibe reconociendo en el otro un amor mayor. Este mandamiento permite a la familia permanecer en el amor hasta el extremo, en el amor que salva, el amor que sirve, el amor que sale al encuentro, el amor que sostiene, el amor que comparte la salud, la enfermedad, lo próspero y lo adverso todos los días de la vida. Este amor es el que permite abrir el corazón al otro dándole a conocer el propio interior con la certeza de encontrar la misma apertura. Este amor nunca hace esclavo, hace siempre amigo libre, amigo elegido, amigo que llena de fruto la vida compartida.

APLICACIONES PRÁCTICAS

*Siempre ha de haber entre los esposos un examen sobre el tipo de amor con el que se están amando y con el que están amando a los hijos

*el amor hasta el extremo es un amor que se purifica y que purifica. Se purifica en el contacto con el amor de Cristo. Purifica con la oferta generosa de uno mismo y llena de respeto al otro.

*el verdadero acercamiento a los defectos de la familia y del matrimonio es desde el amor que sirve. Cualquier otro acercamiento implica una actitud o de humillación, que no consigue nada, o de imposición, que tampoco consigue nada.

*el amor hasta el extremo no es una proeza de nuestras capacidades humanas. El amor hasta el extremo se vive por el descubrimiento interior del amor recibido en Cristo, de modo especial por los sacramentos y se hace coherencia en la vida por el apoyo de la gracia que nos hace más fuertes que nuestras fragilidades.

*la semana santa puede ser una magnífica ocasión para revisar en la reflexión, en el diálogo compartido, en la donación alegre, como vivir mejor el amor hasta el extremo, como transmitir a la siguiente generación el amor hasta el extremo, como recuperar quizá en la vida de familia el amor hasta el extremo.