jueves, 31 de enero de 2013

MARCO PARA UN RETRATO DE FAMILIA



Es muy importante tener en cuenta que, cuando pensamos en el trabajo con la familia y para la familia, no lo debemos pensar desligado de Dios. De él venimos, de él recibimos las personas que nos acompañan en la vida, a él vamos, hacia él tenemos que acompañar a quienes Dios nos da en nuestra comunidad familiar. Por eso, el trabajo en el proyecto familiar es siempre una colaboración con la obra de Dios. Colaborar con Dios implica siempre un dinamismo activo y responsable para  realizar en el mundo, según las propias posibilidades, el designio de Dios Creador en todos los niveles y, muy especialmente, en el familiar y personal.  En esta óptica, el trabajo que se lleva a cabo con el proyecto de la familia es una de las formas, según la cual, el hombre vive su relación con Dios y su fidelidad a Él. 
Si cada miembro de la familia es un don, si el mismo proyecto de comunidad familiar es un don, y si este don es un don de Dios, se nos abre ante los ojos la especial tarea de promover a cada uno de los que nos es dado a base de respeto, a base de estar dispuesto a no alterar su camino, con un corazón que sabe que, antes que nada, tiene que servir al otro como él es y como Dios lo ha querido. Cada ser humano es imagen y semejanza de Dios y la mirada por parte de los miembros de su familia  hacia él debe ser la mirada de Dios. Ver la familia desde la óptica de Dios lleva a formar personas y no objetos, conduce a enseñar que, por encima de cualquier otra cosa, ellos no son esclavos de nadie, de ningún ser humano, de ningún trabajo, de ninguna cosa material, fundamentados en el respeto que ellos mismos se deben tener. Cuando esto se olvida, el mismo proyecto familiar se puede convertir en una idolatría, en un programa autónomo. Así se hace una familia de verdad, de seres humanos unidos en la verdad y en el amor. Así, llevado a cabo con esta mentalidad y con este corazón, el trabajo en el proyecto de familia se orienta a su verdadero fin que es la comunión y la corresponsabilidad de los seres humanos entre sí y con su Creador. 

lunes, 28 de enero de 2013

EL TRABAJO POR LA FAMILIA, UNA TAREA ESPECIAL


Cuando pensamos en la familia como un don de Dios, descubrimos que Él nos propone que colaboremos activamente con todas nuestras fuerzas y con todas nuestras capacidades y facultades en ese proyecto. Siempre es bueno recordar que, este trabajo de colaboración es el modo en que los seres humanos contribuimos al desarrollo de cada persona y, como consecuencia, de la sociedad. Cuando ponemos lo que está de nuestra parte para el bien de la familia, no solo hacemos mejor nuestro ambiente, o hacemos mejores a las demás personas, sino que también nos realizamos a nosotros mismos y, en cierto sentido, nos hacemos MAS seres humanos. 
El trabajo que hay que llevar a cabo en la familia, o para la familia, no se puede dejar a la improvisación pues es una actividad constitutiva de todo ser humano. Eso no significa que todo deba estar reglamentado, lo cual es imposible en las realidades humanas, en las que, además de otros factores, entra la emotividad y la libertad. Con todo, en esta tarea no podemos permitirnos la pereza o la indiferencia. El proyecto de familia requiere trabajo y, como todos sabemos, mucho trabajo. Un trabajo que sentimos que nos supera muchas veces, un trabajo que sentimos que, con frecuencia, es mayor del que podemos hacer. Pero, a pesar de todo, lo tenemos que hacer, o, por lo menos, tenemos que hacer todo lo que nosotros podemos llevar a cabo, conscientes de que Dios nunca nos va a pedir más de nuestras posibilidades, de acuerdo a los dones que nos ha otorgado. 
Pero hay algo más: El proyecto de familia, como un don de Dios en el que tenemos que trabajar, no es algo individual (yo lo tengo que sacar), ni siquiera algo de la pareja (nosotros lo tenemos que sacar). El proyecto de familia está estructurado de tal modo que, según la propia madurez, todos los miembros de la misma tienen que ir interviniendo en él. Podríamos decir que el proyecto de familia se nos da para que los seres humanos lo realicemos en comunión con los otros y, trabajando unos con otros, todos nos hagamos cargo de nuestras vidas recíprocamente. Cada persona, necesita esta aportación de cada ser humano con el que convive en la comunidad familiar, y también lo necesita toda la sociedad.

jueves, 24 de enero de 2013

LA COMUNIDAD FAMILIAR: EL PROYECTO DE LA VIDA



Al iniciar el año, nos hacemos propósitos de muchos tipos, sería muy importante que todos ellos estuviesen dentro de los proyectos esenciales de la vida, entre los cuales el primero, es la familia. A veces, se nos olvida hacer propósitos para la comunidad familiar en la que vivimos y de la que somos responsables. Queda claro que cualquier proyecto que queramos sacar adelante en la familia requiere una condición esencial del ser humano, que es el trabajo. Reflexionar sobre el proyecto familiar, va a concluir necesariamente con la reflexión sobre el modo en que trabajamos en él, sobre la actitud de seriedad con que nos tomamos el proyecto-familia, de modo que no se acabe quedando en un conjunto de ilusiones y buenos deseos, sino que pueda ir alcanzando, en la medida de los limites y las posibilidades humanas, unos frutos que sean permanentes. 
Porque la familia no es un proyecto cualquiera. La familia es un proyecto que nace de un don: don que las personas se hacen entre si y el don que en ese hogar Dios hace a cada persona que los conforman. No se nos ha de olvidar que Dios no da a nuestra vida solo cosas, sino que también nos da personas. Para poder llevar adelante el don de la familia, Dios nos enriquece de creatividad y de fuerza, de genialidad y de vigor,de modo que seamos capaces de colaborar con El. En este sentido, Dios quiere que, además de nuestra colaboración material en la comunidad familiar, participemos activamente con todos los dones que de El hemos recibido: la singular dimensión espiritual, formada por nuestra inteligencia, nuestra voluntad, la capacidad de trascendencia, y asi llevar a plenitud a sus planes sobre ella. Dios ha hecho de nosotros un regalo para nuestra familia, a fin de que nos hagamos cargo, orientados a Él y juntamente con Él, de los dones que ha puesto en nuestra vida. Y nuestra familia es el mayor de estos dones.