sábado, 27 de abril de 2013

DOMINGO DE PUERTAS ABIERTAS


El modo en que vivimos cada domingo, puede ser un signo de cómo vivimos la relación familiar y de cómo hacemos presente a Dios en nuestro hogar. A veces se podría pensar que se puede prescindir, sin más, de la celebración eucarística del domingo. Déjame compartirte algunos elementos que quizá ayuden a conseguir este objetivo nada despreciable: 

En esta sociedad en que todo se vende y se compra, la participación en la eucaristía dominical se nos presenta como un regalo, como el sitio donde el don de Dios, que es gratis, nos enseña a que nuestros dones a los demás también lo sean. Vivir el domingo desde la perspectiva de la celebración eucarística, es un modo de vivir que enseña que la vida no está hecha sólo de necesidades materiales que satisfacer, sino de relaciones que construir, relaciones con los demás, relación con Dios. 

Cuando nuestra cultura nos invita a cerrarnos en nuestro individualismo, la celebración eucarística se nos presenta como un lugar de escucha y acogida, que enseña que en la vida hay que abrirse a los demás, del mismo modo que nos abrimos a la palabra y a la persona de Jesús. Esto ayuda al diálogo y a la receptividad hacia el otro. En su sencillez, la celebración deja que el «misterio» de Dios nos salga al encuentro. Pues El llega a nosotros a través de su palabra, y se hace cercano en el misterio del pan y del vino que se transforman en el Cuerpo y la Sangre del Señor. A través de sus ritos, la misa pone a la familia en contacto con la fuente de la vida, con la presencia de Dios y con la relación fraterna. El esfuerzo que se hace en la misa por abrir la vida de los esposos y de los hijos al misterio de Dios, ayuda a la familia a abrir cada una de las vidas que la componen a la relación con los demás, empezando por el propio hogar. 

Finalmente, en este mundo que cada vez más hunde los días en un pantano de mera productividad o de fuga de la rutina, un elemento importante será volver a vivir el domingo en familia, como el día central de la semana, no solo por el descanso, sino también por el ambiente festivo que es importante promover. Cuando la familia cristiana organiza su vida, de manera que pueda dar prioridad a la misa respecto a cualquier otro compromiso, se educa a sí misma y a sus hijos, pues muestra a sus miembros la necesidad y el valor de dedicar espacio, tiempo, energías y recursos a lo que es importante y prioritario. Los demás aspectos del domingo, el deporte, el cine, etc., pueden venir después: son importantes, pero no esenciales. Todo esto es un trabajo muy hermoso que llevar a cabo con los hijos: ayudarles a experimentar, de un modo progresivo, la riqueza del domingo cristiano, les dará un contenido que brillará en muchas noches de sus vidas.

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