sábado, 4 de mayo de 2013

¿SOLOS O... BIEN ACOMPAÑADOS?


El tiempo de pascua se nos puede escapar de modo inadvertido, pues es un tiempo en que todo regresa a la normalidad. Pasada la Semana Santa, los temas religiosos dejan de ser preferentes y otras mil cosas, que también son importantes, ocupan nuestra atención. Por ello, podríamos perder de vista uno de los aspectos más importantes del tiempo de pascua: pascua es un tiempo para reconstruir nuestra comunidad. El tiempo de pascua nos deja claro que hay alguien que, más allá del individualismo, da su vida por nosotros. La pascua nos enseña que la muerte y resurrección de Jesús rompen el pecado que nos hace egoístas. Por eso, en la pascua no cabe el individualismo. Si lo comparamos con otras épocas del año, vemos que, en cierto sentido, navidad es como si Dios nos necesitara, y cuaresma es como si tuviéramos que hacer méritos para estar cerca de Dios. Pero la pascua no es así. En la pascua, como en ningún otro momento del año, descubrimos que cada uno necesita de los demás.

Esta ruptura del individualismo no puede dejar indiferentes a la vida de la familia. El don completo de Jesús a cada uno de nosotros en la pascua, hace ver que, aunque a veces pretenda que se basta a si mismo, el ser humano necesita de la comunidad, le es esencial el tener una comunidad en la que vivir, con la que relacionarse, en la que apoyarse, en la que encontrar un complemento. La cultura moderna nos hace pensar que lo normal es romper con la comunidad, pero nos muestra también luminosamente que los hombres y las mujeres no dejan de hacer todo tipo de intentos por formar una nueva comunidad, lo que manifiesta una honda necesidad interior. La comunidad se rompe por muchas causas, pero hay un dinamismo que siempre aparece: mientras el pecado y el mal dispersan, la presencia de Dios y del bien congregan, reúnen. Mientras el pecado y el mal tienden a crear separaciones, Dios y el bien tienden a reunir a los seres humanos en la armonía. La familia necesita de la presencia del bien y de Dios para, a pesar de  las fragilidades, mantenerse en comunidad, para seguir siendo comunidad. El tiempo de pascua, que sigue avanzando, nos llama a preguntarnos como podemos convertir nuestra familia en una mejor comunidad y cómo podemos luchar contra todo aquello que busca fracturar nuestro hogar.


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