lunes, 8 de abril de 2013

EL SEÑOR DE LOS MINUTOS


La Semana Santa y la Pascua nos introducen en el centro del misterio cristiano. Los días de vacación y el siguiente periodo, son vividos como una gran fiesta por toda la Iglesia. En cierto sentido podríamos decir que estos 57 días (siete de Semana Santa y cincuenta de Pascua) están diseñados para que recordemos que el tiempo pertenece a Dios, que Dios es en definitiva, como se dice en ciertos ámbitos, "el señor de la historia", lo que quiere decir que, sin Dios, no existiría el tiempo para nosotros, ni nosotros para el tiempo. En nuestra cultura de la programación absoluta, pensamos que el tiempo es completamente nuestro y lo estructuramos y lo clasificamos a nuestro gusto. Hasta que nos damos cuenta de que no es así. Hasta que, alguna circunstancia de la vida nos hace ver que, de verdad, de verdad, nuestro tiempo es de Dios. 

En estos días en que la Semana Santa continúa en la Pascua, reflexionar sobre el sentido del domingo nos puede introducir al sentido de la pasión, muerte y resurrección para nuestras vidas. Una de las imágenes más poderosas de todo este tiempo es el Cirio Pascual, que es la herencia que la Semana Santa deja en todas nuestras Iglesias. El cirio Pascual representa a Jesús resucitado, que es luz del mundo para que podamos caminar en medio de las oscuridades, como se simboliza en la Vigilia Pascual, cuando toda la asamblea entra, precedida por el cirio, a la Iglesia a oscuras. Sin embargo hay algo más, el Cirio es una luz que lleva en sí los signos de la pasión, la cruz y las cinco llagas, representadas en unos granos de incienso rojo y está adornado por unos números y unas letras, los números representan el año en curso y las letras son la primera y última del alfabeto griego, alfa y omega, para indicar que todo el pasado, todo el presente y todo el futuro están en manos de Cristo. 

Esta realidad la vivimos cada domingo, el día que, para nosotros cristianos, sustituye al sábado, este día era el día de descanso de la creación, y es cambiado por el día del recuerdo de la redención que lleva a cabo Cristo con su muerte y resurrección. El domingo así nos recuerda que el tiempo que tenemos es del Señor, y también para el Señor, lo que da un sentido profundo a la celebración eucarística dominical. 



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