martes, 19 de octubre de 2010

EL BIEN PRECIOSO DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA (III Y FINAL)

51 ¿Comprendieron todo esto?». «Sí», le respondieron. 52 Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo».



La riqueza del matrimonio y la familia no sirve nada más para uno mismo. Familias sanas generan hijos sanos, familias sanas generan ambientes sanos, familias sanas estimulan a que familias que no lo son tanto, se animen a emprender caminos diferentes. Todo esto nos hace ver que el bien que es la familia no se queda estático en el interior de un confortable hogar, sino que se multiplica en su entorno en una difusión del bien. Por eso, el bien de la sociedad, está ligado al bien de la familia. Esto es algo que debe comprender cada familia y, en la medida de lo posible, cada miembro de la familia. El bien que se tiene no es para uno mismo. El bien que se tiene es para todos. La clave está en tener la sabiduría para saberlo administrar, para saberlo entregar a las siguientes generaciones, para saberlo entregar a quienes lo necesitan de tal modo, que lo puedan recibir.
La parábola final nos habla de cómo se puede hacer esto. Parecería que es cuestión de aprenderse un manualito de procedimientos, que se aplican como se aplica una receta de cocina. Jesús nos deja claro que no basta con comprender. La expresión “escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos” es una llamada a integrar de modo activo a la propia vida, los valores que el evangelio puede aportar a la sociedad, en este caso, es una llamada a integrar a la propia vida los valores que el evangelio siembra en la familia y que se hacen parte de su “genoma”. Estos valores tienen consecuencias muy importantes, pues revitalizan la familia, la enriquecen en todas sus dimensiones, la renuevan ante los desgastes normales de lo cotidiano.
Pero hay algo más. Los valores del evangelio que hacen brillar con plenitud el bien del matrimonio y de la familia, hacen de la persona alguien capaz de dar respuestas a todas las situaciones. Alguien capaz de sacar siempre el bien de todas las circunstancias, alguien capaz de revertir los procesos negativos para revitalizar situaciones que empujaban a la disgregación. Esto es lo que significa ser “escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos”. El matrimonio requiere de la adquisición de esta sabiduría, el matrimonio y la familia requieren de esta renovación, que no viene de otra parte más que de la riqueza interior de quienes la componen.

LÍNEAS CONCLUSIVAS

·         No perder de vista la riqueza del don que se recibe al ser llamado a formar un matrimonio y una familia
·         No dejar a la casualidad la construcción de la familia
·         Formarse como profesionales de los valores de la familia
·         Redescubrir con frecuencia el rico significado del plan de Dios sobre la familia y el matrimonio
·         Es parte de la realidad el encontrarse mezclados los bienes y los males
·         Ejercer constantemente una tarea de discernimiento de lo que se recibe
·         La fuerza que viene de Cristo permite separar de la propia vida, del propio matrimonio y de la propia familia, el bien del mal
·         con la ayuda de la gracia de Dios el ser humano puede realizar en medio de las luchas la plenitud de su vocación al amor.
·         La riqueza del matrimonio y de la familia es un bien para el entorno porque el bien de la sociedad está ligado al bien de la familia.
·         Integrar a la propia vida los valores del evangelio tiene como consecuencia la revitalización de la familia
·         Descubrir el bien del matrimonio y la familia hacen capaces de responder con una riqueza especial a las diversas situaciones de la vida

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