jueves, 25 de noviembre de 2010

SEMBRADORES DE AMOR (I) ¿DE DONDE VIENE EL AMOR?

La experiencia central de dos esposos brota del día en que el amor llegó a su vida.  No tanto del día en que se enamoraron, o del que se gustaron. Sino del día en que descubrieron que lo que había en su corazón hacia el otro era amor. La gran pregunta es de donde viene el amor  a la vida del ser humano. Como dice la canción de Andrea Bocelli: Dell’amore non si sa, quando viene o se ne va, dell’amore non si sa, quando sarà, da dove arriverà (del amor no se sabe cuando viene o cuando se va, del amor no se sabe, cuando existirá, de dónde llegará). Sin embargo, la palabra de Dios nos da una idea del origen del amor. San Juan nos dice que Dios es amor: el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. (1 Juan 4,7-10). Y este amor puede llegar a nosotros gracias a que somos imagen y semejanza de Dios[1] . Solo quien es imagen del amor puede recibir el amor y amar al mismo tiempo. El amor decía Aristóteles, o nos encuentra iguales o nos hace iguales. No podemos amar sin cambiar, sin transformarnos, sin identificarnos. Cuando esto no sucede, cuando cada uno de los que se aman se mantiene en sus posiciones, no tardará en producirse la fractura inevitable.

Por eso podemos considerar a Dios como el gran sembrador del amor en nuestra vida y de modo especial podemos considerar a Dios como el gran sembrador del amor en la vida de cada uno de los esposos. El amor que Dios siembra hace no solo que los esposos sean imagen del amor de Dios, sino también que los esposos puedan ser imagen el uno del otro y de este modo se haga realidad la bendición de ser una sola carne[2].como decía Juan Pablo II en Familiaris Consortio: el matrimonio, es decir, el pacto de amor conyugal o elección consciente y libre, con la que el hombre y la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor, querida por Dios mismo, que sólo bajo esta luz manifiesta su verdadero significado. La institución matrimonial no es una injerencia indebida de la sociedad o de la autoridad ni la imposición intrínseca de una forma, sino exigencia interior del pacto de amor conyugal que se confirma públicamente como único y exclusivo, para que sea vivida así la plena fidelidad al designio de Dios Creador. Esta fidelidad, lejos de rebajar la libertad de la persona, la defiende contra el subjetivismo y relativismo, y la hace partícipe de la Sabiduría creadora.
Las reflexiones que seguirán en las próximas entregas nos pueden ayudar a descubrir esta realidad que es la esencia y el sentido de todo matrimonio y que es también su punto de partida: el ser humano es imagen de Dios Amor.


[1]Génesis ,26-27: Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo”. Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.
[2] Génesis 2, 23-25: El hombre exclamó: “¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre”. 24 Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne. 25 Los dos, el hombre y la mujer, estaban desnudos, pero no sentían vergüenza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario