jueves, 11 de noviembre de 2010

EL MATRIMONIO: DE LA CIZAÑA AL TRIGO (III Y FINAL)









4. Para pasar de la cizaña al trigo
Los peones replicaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”. 29 “No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. 30 Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha,

Ante el mal, siempre aparecerá la tentación de arrancar todo de cuajo. Pero la realidad humana nos enseña que, normalmente, no es esto lo mejor, que los procesos humanos, de la misma manera que se generan de modo lento, también requieren de tiempo para corregirse. Por otro lado, nunca dejamos de cambiar, nunca dejamos de mejorar, nunca dejamos de estar expuestos a las tentaciones, a las caídas y por eso nunca dejamos de estar llamados a un proceso continuo, permanente. Este proceso lleva poco a poco a la integración de los dones de Dios y de las exigencias de su amor definitivo y absoluto en toda la vida personal y social del hombre (JPII). Es decir, lleva a que el bien para el matrimonio y la familia no sean algo teórico, lejano, frío, sino algo práctico, cercano, vivencial.
¿Cuáles son los elementos fundamentales en un matrimonio para este proceso de cambio?
·        El primero, es volver a centrar el propio matrimonio en Cristo, es decir, volver a poner en el centro de la vida matrimonial la alianza que se llevó a cabo el día del matrimonio, una alianza que rechaza el egoísmo en la propia vida. Poner a Cristo como centro, no es un elemento de pía devoción, es poner al amor que entrega su vida por el otro, al amor que no busca ser servido sino servir, en definitiva al amor que vence al egoísmo. Y este amor encuentra su modelo, su fuerza, su camino en la persona de Cristo.
·        El segundo, es exigirse el alejamiento interior de todo mal y la adhesión al bien en su plenitud, (JPII). Es decir, tiene que haber una decisión de la voluntad de apartarse de todo lo que la conciencia reclame como malo, y de integrar en la propia vida todo lo que la conciencia proponga como bueno. Este movimiento no puede ser solo exterior, superficial, externo. Tiene que ser del corazón, con sinceridad, con rectitud. Lo que se debe buscar tampoco es un bien cualquiera: Es el bien mejor, el bien mayor, el bien pleno.
·        El tercero, es poner en la práctica las consecuencias para la propia vida de los dos primeros pasos. Sin una actuación concreta que conduzca cada vez a metas mejores, a metas más importantes, es difícil que el bien pueda perseverar en el propio corazón. Las decisiones por el bien tienen que tocar la vida diaria, rutinaria, sencilla, en sus manifestaciones más prácticas.
Pero ¿cómo aplicar todo esto? Podríamos centrarnos en dos cosas, la primera se resume en la frase camino pedagógico de crecimiento, es decir un progreso, que se va comprendiendo poco a poco, según las propias circunstancias, según las propias posibilidades, y que lleva a ser cada vez mejor. Da la impresión de que siempre hay algo más que hacer y al mismo tiempo de que cada paso que se da es sólido, certero, arraigado. La segunda cosa en la que podríamos centrarnos, tiene un nombre: Paciencia, ser conducidos pacientemente más allá, dice Juan Pablo II.
Hay que partir de lo que se ha recibido, nunca dar por supuesto nada, siempre revisar desde donde se da el siguiente paso. Y al mismo tiempo, ser paciente en el crecimiento, porque no siempre se avanzará en la vida moral matrimonial, en los frutos que se esperan de los hijos, en la integración de la comunión de los esposos al ritmo que se querría. Como en el evangelio de la cizaña y el trigo, hay que dar tiempo al tiempo… Sólo el tiempo decanta y aclara muchas situaciones… Es lo que el señor quiere decir cuando indica a los siervos esperar a que crezcan tanto el trigo como la cizaña, precisamente para no arrancar el trigo en lugar de la cizaña…

5. Conservar el trigo
Y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero”».

Así llegamos al último momento del camino. Esto lo podemos dejar para el juicio final, o lo podemos vivir cada día. Cada día se pueden cosechar frutos en el matrimonio, cada día podemos decir qué fue trigo y qué fue cizaña en la vida. De este modo, vamos adquiriendo un mejor y mayor conocimiento de nosotros mismos, de nuestra vida, y vamos enriqueciendo nuestra personalidad. Con ello, cada familia se hace también más rica, la vida de pareja se hace más rica. Los esposos, van descubriendo más trigo y menos cizaña, se van purificando a través de quemar manojos de cizaña cada día, apartando lo que no es tan bueno, guardando en el granero del corazón lo que sí merece la pena de la convivencia y de la comunión con el otro, con los hijos. Guardando en el granero del corazón el bien desde el que hay que partir el día siguiente. En cada campo hay siempre cizaña y trigo, separarlos requiere una sabia combinación de tolerancia (con los demás) y exigencia (con uno mismo).
Y esta riqueza no se encierra en la comunión de los cónyuges sino que construye una mejor familia y desde ahí una mejor sociedad, una sociedad verdaderamente tolerante, es decir una sociedad que sabe sobrellevar el mal desde la verdad del bien. Eso redunda en la justicia, en la solidaridad, en la capacidad de renovar las estructuras en las que se vive cada día.

CONCLUSIONES PRÁCTICAS
1.     Hacer con frecuencia un examen en pareja de las situaciones de trigo y cizaña que pueden presentarse
2.     Buscar aquellos bienes a los que podemos estar llamando males y aquellos males a los que quizá llamamos bienes.
3.     Orar juntos ante las cosas que hoy no se pueden cambiar y pedirle a Dios fuerza, paciencia, misericordia, y luz para descubrir el momento en que sí se puedan cambiar
4.     Hacer un programa de trabajo en pareja para ver cuál es el trigo que hay que hacer crecer en la propia familia
5.     Analizar en qué hay que tener paciencia en este momento concreto de la vida personal o matrimonial, no como quien ignora la seriedad de los asuntos sino como quien sabe que el camino no es siempre corto.

1 comentario:

  1. Creo que la quinta conclusión es muy valiosa. Justo es algo que comentamos mi esposa y yo ayer. Hay que saber esperar a la pareja y saber que hay etapas en la vida y que una etapa no significa que las cosas van a ser así siempre. Tener paciencia y seguir insistiendo en el amor.
    Nunca perder de vista la relación matrimonial a largo plazo como proyecto de vida, de toda la vida y no sólo de unos años.

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