FAMILIARIS CONSORTIO 59-62
La familia no puede vivir sin Dios. Si la familia
viene de Dios, si él es su creador, su origen y su meta, no puede dejar a Dios
al margen. Cuando se habla de esto, también tenemos que pensar que Dios no es
un ente alejado, al que solo se le da culto externo. Dios es un ser personal,
por eso la revelación cristiana nos habla de la trinidad de personas. Y como
tal, requiere una relación personal. Esa relación personal es la oración. La
oración alimenta la relación con Dios y la relación con Dios hace viva la
oración. De aquí que la oración, como relación personal de la familia con Dios,
sea algo vital para la familia. La oración, podríamos decir, es un alimento de
la vida de la familia. Como un árbol se nutre de la savia, así la familia se
nutre de sus raíces en Dios. Como un árbol da frutos, como parte de la vida
misma para perpetuarse, así la familia necesita dar frutos que la hagan ir más allá
de un presente inmediato, hacia la eternidad. La oración es parte constitutiva y esencial de la
vida cristiana considerada en su integridad y profundidad. Más aún, pertenece a
nuestra misma «humanidad» y es «la primera expresión de la verdad interior del
hombre, la primera condición de la auténtica libertad del espíritu». Esto
es lo que implica lo que a veces llamamos como vida de oración en familia, que
no son rezos en familia, sino precisamente la oración como algo vivo y
vivificador en la vida familiar.
Los protagonistas de esta vida, no pueden ser otros
más que los mismos padres-esposos. De ellos depende que la vida de relación con
Dios en la familia se inicie, se prolongue, continúe. Por ello, los esposos no
deben dejar de lado su propia vida espiritual entendida como una relación que
va de su persona a la persona del otro, y de la mutua relación a la relación
con Dios. Como dice Juan Pablo II, la oración en familia es una oración hecha en común, marido y
mujer juntos, padres e hijos juntos. La comunión en la plegaria es a la vez
fruto y exigencia de esa comunión que deriva de los sacramentos del bautismo y
del matrimonio. A los miembros de la familia cristiana pueden aplicarse de modo
particular las palabras con las cuales el Señor Jesús promete su presencia:
«Les digo en verdad que si dos de ustedes se juntan sobre la tierra en pedir
cualquier cosa, se lo otorgará mi Padre que está en los cielos. Porque donde
están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Es importante reconocer
que la vida de oración en familia no es solo la suma de los rezos en familia,
por muy laudables que sean estas prácticas, sino que es sobre todo una vida que
se va desarrollando en modo armónico en la relación con Dios. La oración por
tanto no es un accidente, una eventualidad, un plus del que se puede prescindir
en la vida de familia, sino parte de su misma raíz.
PRIMER
MOMENTO: EL CONTENIDO DE LA ORACION EN FAMILIA
Cap.11, 1 Y sucedió que, estando él orando
en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor,
ensénanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». 2 El les dijo: «Cuando
oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, 3 danos cada
día nuestro pan cotidiano, 4 y perdónanos nuestros pecados porque también
nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación».
La oración no es solo una repetición de palabras,
aunque a veces esto sea lo que hacemos mejor. La oración es sobre todo un
encuentro con alguien que nos pide que nos relacionemos con él. Cuando los
discípulos le piden a Jesús que les enseñe a orar, posiblemente estaban
solamente buscando algunas fórmulas. Sin embargo, Jesús les entrega algo muy
distinto. Les entrega una posibilidad de relacionarse con Dios como Padre, como
alguien a quien hay que reconocer para la propia vida y como alguien que nos
ayuda a reconocernos como lo que nosotros somos en nuestra vida. Tal y como nos
le entrega san Lucas, el padrenuestro es una oración de cinco frases a
diferencia de las siete de San Mateo.
Pero la estructura de la oración es muy semejante.
Comienza con una invocación que ya en sí misma es un programa de relación: Dios
es un Padre, por lo tanto alguien a quien nos une no cualquier cosa sino la
vida misma. Con Dios no nos une algo abstracto, sino la vida misma que nosotros
tenemos. Las peticiones incluyen todo lo que tiene que tener la oración: el
reconocimiento de quién es Dios, el reconocimiento de quiénes somos nosotros,
lo que él es para nosotros, lo que nosotros necesitamos de Él. Como dice el
Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 804 y 805): El primer grupo de peticiones nos lleva hacia El, para Él: ¡tu Nombre,
tu Reino, tu Voluntad! Lo propio del amor es pensar primeramente en Aquel que
amamos. … El segundo grupo de peticiones son la ofrenda de nuestra esperanza y
atrae la mirada del Padre de las misericordias. Se refieren a nuestra vida como
tal, sea para alimentarla, sea para sanarla del pecado.
El Padrenuestro es por lo tanto el contenido de
toda nuestra oración en lo concreto de la vida. En él encontramos todo lo que
necesitamos. Lo que acompaña nuestro caminar concreto y hacia lo que se dirige
nuestro corazón. Por eso el padrenuestro es la oración de la familia, porque en
él se encierra todo el caminar de los esposos, de los padres, de los hijos, de
los hermanos, en la misma vida de familia que se desarrolla en las diversas
circunstancias, a través de las cuales Dios habla a cada uno y pide de nosotros
una respuesta auténtica: alegrías y dolores, esperanzas y tristezas,
nacimientos y cumpleaños, aniversarios de la boda de los padres, partidas,
alejamientos y regresos, elecciones importantes y decisivas, muerte de personas
queridas, etc., señalan la intervención del amor de Dios en la historia de la
familia. Por eso, reconocer a Dios como Padre en la vida de familia, lleva
también a la acción de gracias, la imploración, el abandono confiado de la familia
al Padre común que está en los cielos. De la oración del padrenuestro
concluimos que la dignidad y las responsabilidades de la familia cristiana
solamente pueden ser vividas con la ayuda incesante de Dios, que será concedida
sin falta a cuantos la pidan con humildad y confianza en la oración.
SEGUNDO
MOMENTO: LA ACTITUD DE LA ORACION EN FAMILIA
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Les dijo también: «Si uno de ustedes tiene un amigo y, acudiendo a él a
medianoche, le dice: "Amigo, préstame tres panes, 6 porque ha llegado de
viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle", 7 y aquél, desde
dentro, le responde: "No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis
hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos", 8 les
aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se
levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite».
La oración requiere de una actitud fundamental: la
certeza de que está basada en la amistad. Lo que el evangelio de Lucas nos deja
ver es que la petición tiene como base la raíz de la amistad. Solo desde la
amistad entendemos que la oración tiene un sentido. Pensar en una oración desde
el miedo al castigo, o pensar en una oración desde el simple intercambio
comercial es lo más alejado de la oración cristiana. La oración cristiana nace
de la seguridad de que del otro lado hay un amigo que me responde, y en el que
tengo la certeza de que me puede ayudar. Un amigo al que las dificultades no le
impiden en última instancia estar a mi lado para llenar mis necesidades, pero
sobre todo para mostrarme la autenticidad de su amistad por mí. Una amistad que
nace de nuestra indigencia, de la conciencia de lo necesitados que somos y de
la incapacidad que nosotros solos tenemos para enfrentar los problemas más profundos
de la existencia. La oración cristiana brota de la profunda confianza en la
amistad, no de los méritos que a veces podríamos tener o de los que podríamos
carecer: El es amigo por encima de toda dificultad, es Bueno más allá de toda
bondad: Porque el amigo al que buscamos es por encima de todo un amigo fiel que
nos da la fuerza para ir más allá de nuestra fragilidad.
La certeza de la amistad nos lleva a saber que a quien
nos dirigimos es cercano y comprende desde su corazón nuestras necesidades y
sufrimientos. Por eso la oración en la noche de la vida al amigo nace de la
confianza que nos pide ser activos en nuestras obras pero al mismo tiempo poner
en sus manos toda inquietud agobiante y toda preocupación. Esta certeza no es
solo racional, que se descubre por un conocimiento intelectual. Esta certeza es,
sobre todo, fruto de la experiencia, y de modo particular, fruto del ejemplo
que se ha visto y se ha vivido en la casa. Toca a los padres la hermosa tarea
de educar a sus hijos en la plegaria, de introducirlos progresivamente al
descubrimiento del misterio de Dios y del coloquio personal con Él. Los hijos
aprenderán a descubrir en Dios un amigo al que se puede llegar a cualquier hora
de la vida, porque se le conoce, se le ama y se tiene la certeza de que anquen
a veces sea de modo misterioso él nunca nos deja irnos con las manos vacías.
TERCER
MOMENTO: EL AMOR EN LA ORACION
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Yo les digo: «Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá.
10 Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le
abrirá. 11 ¿Qué padre hay entre ustedes que, si su hijo le pide un pez, en
lugar de un pez le da una culebra; 12 o, si pide un huevo, le da un escorpión?
13 Si, pues, ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto
más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!»
El evangelio de san Lucas termina su instrucción
sobre la oración, haciéndonos ver que la clave de toda oración es el amor de Dios
por cada uno de nosotros. Los ejemplos son muy claros, ningún padre da un mal a
sus hijos, al contrario, lo que da siempre es un bien. Pero sobre todo lo que
da con toda certeza es el mayor de los bienes: el Espíritu Santo, es decir su
amor hecho persona.
Si de algo no puede prescindir la familia es del
amor. Lo que la oración nos da, de modo fundamental, no es un amor cualquiera,
pasajero, frágil, inconstante. Nos da el amor que se hace persona en la vida
misma de Dios. El amor mismo de Dios es el mayor de los dones que recibimos en
la oración. La oración es el desbordarse del amor de Dios hacia nosotros. Un
amor que brotando de Dios a quien no vemos tiene que multiplicarse, extenderse,
hacia el hermano y la hermana a quien si vemos y de modo especial, hacia los
miembros de la familia con la que compartimos la vida y la humanidad. La
oración hace que el corazón se abra, y de este modo se llene del amor misericordioso
del Padre. De esta forma toda la familia toma la forma de ser de Dios: nunca dará
una serpiente en vez de un pescado, nunca dará un alacrán en vez de huevo,
nunca dará un mal en vez de bien que se le solicita. De modo especial esto se
referirá a una de las tareas más necesarias en la familia y que al mismo tiempo
es imprescindible: el perdón en el hogar. El perdón es el mejor reflejo de la
presencia de Dios en la vida de familia. Al mismo tiempo, el perdón es la
cumbre de la oración cristiana, pues la relación con Dios es recibida en un
corazón que sintoniza con la misericordia y no solo con la justicia. El bien que
llega hasta el perdón en la familia es un testimonio de que el
amor es más fuerte que el pecado.
Todo esto es posible cuando el corazón de la
familia se ha ido haciendo al modo del corazón de Dios. Así del corazón de los
padres, hecho a imagen y semejanza del corazón de Dios, se irá construyendo el
corazón de los hijos, por la fuerza del testimonio de aquellos a quienes les
deben la vida. El ejemplo concreto, el testimonio vivo de los padres que oran
junto con sus hijos cala profundamente en el corazón de sus hijos, dejando
huellas que los posteriores acontecimientos de la vida no lograrán borrar. De
tal modo que cuando los hijos necesiten, busquen, llamen, sabrán que en el
corazón de Dios se saciarán, encontrarán, siempre se les abrirá.
APLICACIONES
PARA LA VIDA
Para ser maestros de oración, hay que ser
discípulos de oración. Y en este tema, siempre podemos encontrarnos con el
problema de viajar por mundos etéreos en los que nos perdemos, faltos de
práctica. Ser maestros de oración en la casa se encuentra muchas veces con el
obstáculo de nuestra poca formación en lo espiritual o de nuestro poco tiempo.
Otras veces es el cansancio a causa del trabajo o el estrés que se produce por
los eventos que acompañan a la vida familiar. Por eso nada suple el que de vez
en cuando nos demos un tiempo para crecer de modo personal en la vida de
oración, o dediquemos momentos para orar en pareja, compartiendo el evangelio o
algún texto de tipo espiritual que nos sirva de trampolín para nuestra relación
con Dios. Hay una serie de acciones concretas que pueden ser como un gimnasio
en el que nos vayamos ejercitando para profundizar nuestra relación con Dios en
lo personal y en lo familiar.
·
Tener sencillos momentos de oración
doméstica, desde la bendición de los alimentos, la acción de gracias por cosas
sencillas que suceden en el hogar, terminar el día con un momento de oración
común. También puede ser de ayuda la celebración hogareña y adecuada de los
tiempos y fiestas de la Iglesia, como la cuaresma, la navidad, la pascua, a
alguna festividad mariana de modo especial. Todo esto sirve de introducción a
otros momentos más personales y más profundos de relación con Dios en la
oración.
·
Los
padres podrán ser para los hijos maestros con sencillez de diversos modos de
oración en el hogar adaptada a las diversas exigencias y situaciones de la
vida: quizá se puedan mencionar de modo concreto, tener momentos de oración en
la mañana y en la noche, dedicar momentos a la lectura y meditación de la
Palabra de Dios, aprovechar la preparación a los sacramentos, fomentar la
devoción y consagración al Corazón de Jesús, así como la vivencia de las varias
formas de culto a la Virgen Santísima, sobre todo el rosario, o la bendición de
la mesa, sin dejar de lado las expresiones de la religiosidad popular, como
pueden ser peregrinaciones, procesiones, etc.
·
La
oración nunca puede ser una evasión que desvíe del compromiso cotidiano, sino
que ha de ser un fuerte empuje para que la familia cristiana ponga en práctica
sus responsabilidades de cara a la sociedad. De la oración tiene que brotar el
compromiso con el hermano, de modo especial el pobre, el necesitado, el que no
conoce a Dios, el que se encuentra alejado de la relación viva con el Señor. De
la oración en familia podrán brotar iniciativas de servicio en la promoción
humana de los prójimos, que redundarán en un mejor entorno humano y cristiano.
" Ser discipulos de la oración para poder ser maestros de la oración". Este pensamiento y tener la actitud de certeza de que la oración se basa en la confianza de la amistad, son dos de las enseñanzas que me atrajeron de su enseñanza sobre la oración. Gracias P.Cipriano por sus guías de vida para nuestra relación con Dios: sencillas precisas y al punto. Saludos con todo afecto.
ResponderEliminarEmilio Pardo
Gracias Emilio, que hermosa es la responsabilidad de unos padres
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